23 octubre, 2008


Ayer casi chocó, pero no fue mi culpa. Tengo gripe, cuando toso parece que voy a escupir un pulmón y estornudo a cada rato. Lo peor, al estornudar cierro los ojos, y al volante es superpeligroso... Llevo todo el día intentando estornudar con los ojos abiertos, pero no puedo... ¿algún remedio? Resulta que si no me mata la gripe me mata un choque... que horror, ¡tengo miedo! Son muy bruta al volante.

21 octubre, 2008

A casi un mes






El año pasado mi cumpleaños número 30 cayó en 'puente' y nadie, absolutamente nadie, tuvo la cortesía de confirmar a mi mail de fiesta de cumple. Obviamente cancelé: sólo hubo una despistada que me habló a media noche para preguntarme dónde estaba (en mi casa dormida, le dije). Esta año, para prevenir cualquier tipo de depresión pre o post cumple, decidí, muy a tiempo, largarme a otro país a festejar mi cumple número 31 con C. Pero, guardo la esperanza de que alguno que otro quiera redimirse de la mala jugada anterior con uno de los siguientes regalitos. Ya saben, serán bienvenidos el mero día o un poco antes o después, jaja:
1. Botas negras largas sin tacones
2. CD con alguna increíble versión de la Boheme (ojo, recuerden que es mi ópera favorita)
3. Falda de mezclilla a la rodilla
4. Saco lila o morado (no he superado el color desde la boda, lo siento... creo que sigo en mi fase lila)
5. Boleto de avión a Australia para visitar a mi mejor amiga... yo me encargó del hotel.
Dejo unas fotitos, por si alguien se anima (jajaja).
Ah, también quiero un dinosaurio....

20 octubre, 2008

No entiendo y sigo sin entender estos rituales absurdos pre boda o nacimientos. Hordas de mujeres de diversas edades intentando 'sacudir' las cadenas de su rol social. Los que son para dar la bienvenida a un bebé me parecen más normales, aburridos, pero normales. Mamá cambiará pañales, se le caerán las tetas y perderá la silueta; tendrá ojeras y procurara gritarle al marido para que la ayude... va, lo normal, creo... no tengo hijos. ¡pero la segunda!
Ah, cuando a mí me tocó ser la protagonista de las despedidas de soltera me tocó de todo: cucharones disfrazados de esposo biogotón, rodillos para poner orden en casa, sartenes para cocinar (¡pero si se me quema el agua!), corazones, tarjetas cursis deseándome ser muy buena esposa, buena vibras para cuidar a mi marido y hasta estriper. Varias cosas: C no es un niño, está bastante grande para cuidarse solito; no faltó la pregunta idiota en la cuál me decían, ¿y cuándo dejas de trabajar?, jajajaja, no me 'robé' al tesoro más grande de nadie, no me pareció que me festejaran con una 'mulita' del hogar en la cual me llenaron de escobas, trapos y detergentes (señoras, den los teléfonos de una buena ama de llaves y una agenda de servicios a domicilio, incluyendo pizzas, súper, sushi, tintorerías y hasta comida hindú)...
Mi estriper estaba bien, peludo, pero bien. Le echó ganitas, fue muy respetuoso y sólo bailó y toqueteó a quienes se dejaron. Se fue una hora más tarde y ya. Me reí de sobre manera y me pareció más simpático que mis amigas me organizaran jueguitos, como ponle el falo al güey o
adivina de qué sabor es el condón.
El domingo fui a una despedida. El estriper estaba guapo, buena nalga ante todo, pero nunca me había sentido tan mal en un evento así. Lo besaron, lo toquetearon, se medio encueraron y, lo peor de todo, gritaban que se lo merecían por llevar una relación monógama extensa o por no tener novio... Me dediqué a ponerle la música y a observar... ¿Serán infelicies? No sé, tampoco quiero ahondar más, pero ¡qué sucede en este mundo! Lo peor: luego se quejaron y se pusieron celosas al ver llegar a sus parejas, quienes venían de un table... ¡Contradicciones de la vida!

05 octubre, 2008

Hace unos meses sucedió algo increíble, mi madre decidió mudarse de casa. Cuando me lo dijo me alegré, pero no sabía que su mudanza sería un torbellino de sentimientos que desde hace mucho enterré. Tras varios pleititos (vaya, que levante la mano quien no ha discutido con su progenitora), logré traer a casa un buda de piedra (recuerdo de mi niñez), la bola de boliche de mi padre (que nunca podré usar, pesa más de 10 kilos), sus pipas y su título universitario.
Tras meses en cajas, las pipas hoy se han convertido en compañeras inseparables de mi librero, siento se que se platican en las noches, cuando yo sueño con cosas que jamás recuerdo. Pero el título, ese título...
Vivió colgado en una pared en el estudio de mi padre y, desde que tengo uso de lógica, ha estado presente en mi vida. Pero nunca le había prestado atención, por lo menos no la debida. Ahora ya no vive en el marco, estaba horrible, y vaya, tampoco lo traje para decorar una de las paredes de mi casa, sólo lo quería tener, a modo de recordatorio, pues mi padre, ese conocido tan desconocido que se fue hace casi 11 años, siempre soñó con ver el mío.
Por razones de esas que uno simplemente no puede explicarse, el título terminó justo al lado de una reciente fotografía en la cual C, mis suegros y yo aparecemos sonrientes en una boda. Vaya, qué ironía... ¿habrán platicado foto a foto? ¿se hubieran caído bien si se hubieran conocido? No lo sé, pero esa imagen me partió el esquema.
Mi padre, ese desconocido tan conocido, hoy me hace mucha más falta que hace 11 años. Qué ironías. Recuerdo bien que en alguna ocasión una maestra de la preparatoria se me acercó para platicarme la historia de su padre y para decirme que no tratara de lidiar con mis sentimientos, pues la sensación de dolor y vacío nunca se irían del todo. Ese día la odié, pero cuánta razón tenía ese maestra, fumadora empedernida que nos hizo leer Platero y yo una y otra vez hasta que nos asqueó... el vacío viene y va, al igual que el dolor. Nunca los he podido poner en palabras, pues ninguno de los dos se parece a otras cosas que he sentido, ninguno de los dos tiene palabras o razón, sólo están allí y se entierran y desentierran con mucha facilidad.
Me tomó dos días quitar el título y alejarlo de las foto de mis suegros... Lo guardé en otro lugar, ya no tan a la vista. Además, descubrí que en esa foto tenía los ojos tristes, vaya, lo note 30 años después, pero lo noté. Tal vez ese día fue un mal día, eso no lo sabré. Pero de todo esto hay algo bueno, algún día, cuando tenga hijos, tendré la muy grata oportunidad de contarles todo lo que yo quiera de su abuelo y, lo mejor de todo, es que seguirá siendo el superhéroe que fue para mí, aunque ensalse un poco las historias, aunque le dé superpoderes, aunque alguna cosas no estén tan apegadas a la realidad... En fin, así va la vida, así va mi historia.

me los encontré y quise compartirlos

Decálogo para escribir microcuentos
1. Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.
2. Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.
3. Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.
4. Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.
5. El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.
6. Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.
7. Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.
8. Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.
9. Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.
10. Piensa distinto, no te conformes, huye de los tópicos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.

02 octubre, 2008

3 cosas que he descubierto y algunas que no entiendo

1. En la Flor de mi secreto, de Almodovar, existe una referencia directa a Volver: es la novela que entrega Leo y que no le gusta a los editores. Una mujer que mata a su esposo después de que éste trata de violar a su hija, y lo guarda en un refrigerador.
2. La gente se ríe en la películas más violentas, en las escenas más violentas, de películas que no tienen nada de gracioso. Ya me había sucedido en Vuelo 93, ayer me pasó con Funny Games U.S. ¿Qué le pasa a esta gente? ¿Será su forma de protegerse?
3. Todos funcionamos mejor bajo presión.
4. Estar deshidratada si te resta energía y no te deja pensar claro.
5. Hay libros que sólo se ponen mejor con los años, más bien, cuando tú creces y los vuelves a leer.
Dormir es mi pasatiempo favorito, procuro hacerlo tanto como puedo, mínimo ocho horas al día, de preferencia más. Pero, dentro, muy pero muy dentro de mí, siempre he creído que desperdició un poco de mi existencia dentro de mis cobijas. Hoy decidí seguir el ejemplo de C e irme a clase de yoga a las 7:30 de la mañana. ¡Pero qué crueldad para el cuerpo! Media hora después de haber salido de la cama, los músculos no están listos para funcionar, los huesos están en duermevela, los ojos no afocan. Nunca me había costado tantísimo trabajo hacer un saludo al sol, mis piernas nunca había temblado en una silla y, lo peor, yo, que soy como boligoma, no podía tocar mis deditos de los pies con las manos, ¡qué frustración!
Pero al tiempo había mucha gente al parecer 'feliz y sonriente', haciendo pesas y corriendo (ay, pobres rodillas)... luego, mujeres, muchas, viboreaban a sus pobres maridos y se quejaban amargamente de que ellos no hablan y son poco comunicativos (pobres ellos, yo tampoco hablaría, la verdad no creo ni que los dejen). En fin, un universo diferente más al que no quiero pertenecer... aunque intentaré regresar a esa clase...